viernes, octubre 27, 2006

Como arreglar la economía mundial

Hace pocos días se ha publicado en El Mundo/La Crónica de León un interesante articulo de Joseph E. Stigitz. Pasamos a continuación a la realización de un comentario al respecto y tras él publicamos el artículo en cuestión.


Comentario
Un defecto que suelen padecer los economistas es que se dedican a realizar funciones de notarios, analizan la situación dando fe con sus estudios, pero no se suelen mojar y dar una solución al problema.

Este artículo es una excepción y aprovechamos un brillante análisis de un economista premio nobel para ilustrar nuestras propuestas.

La globalización pone contra las cuerdas a las antiguas recetas, es por ello necesario superar a Keynes, mediante recetas que liberen la economía mundial y la interdependencia entre países.

Esto solo es posible mediante un acuerdo internacional, y solo será posible si se desbloquean las negociaciones del comercio mundial. Para ello es necesario crear un marco de libre mercado efectivo, cosa que actualmente es imposible. Debido al proteccionismo de los países ricos.

El problema que nos aqueja es que ya no se puede seguir manteniendo la antigua formula, de sustentar nuestra sociedad del bienestar con los impuestos a la producción, alejando la competencia con aranceles.

La libre competencia solo se da si existe igualdad fiscal y esta solo es posible si se cambia el modelo fiscal mundial y se modifica el pensamiento único imperante.

¿Como? Mediante impuestos que sean internacionalmente neutrales. No nos debemos de olvidar que en China, India y Oriente, se encuentran nuestras empresas deslocalizadas que fabrican para Estados Unidos y Europa, por lo tanto esto siempre generará un déficit fiscal y comercial, que no es solo un problema de EEUU. Lo es de todo Occidente, de hecho el mismo problema lo tiene España. Y el resto de países europeos como Alemania ven como año a año su favorable balanza comercial va decreciendo.

Lo importante no es solo donde se fabriquen los bienes, puesto como bien afirma el profesor Götz Werner, la deslocalización hace que en los países destino se creen puestos de trabajo y con los puestos de trabajo se generan sueldos, que revierten en el consumo de esos países, aumentando su calidad de vida. Se crea mercado. Pero siempre habrá deslocalización cuando en nuestro país a una empresa la obligamos a pagar con un 40% del precio del producto para financiar el estado de bienestar y si se deslocaliza esta en el extranjero esto le supone una enorme rebaja de costes. Siempre tendremos problemas, sobre todo las Pymes y los pequeños empresarios que suponen el mayor tejido productivo de nuestro país, que no se pueden deslocalizar, son los que tienen enormes problemas para competir con las empresas deslocalizadas.

El problema de fondo es que para que la economía funcione correctamente hay que incidir en el motor de la economía y este es el consumo. Por lo tanto si en vez de gravar lo que se produce en el país, se grava el consumo del país mediante el IVA. Nos encontramos ante un impuesto neutral con el país de origen y que no afecta al producto en destino al posibilitar una competencia real entre empresas competidoras. Los estados de bienestar se financiarían mediante un impuesto, neutral, flexible, solidario, proporcional y justo. Dinamarca posee un IVA de un 30%, los países escandinavos de un 25%, por eso son más competitivos. Puesto que al incrementar el IVA, pueden reducir los impuestos que lastran a sus trabajadores, industrias y empresas. Haciendo que estas sean más eficientes y productivas.

Quien más consume más paga, es cierto que los pobres consumen más en proporción a sus ingresos, pero también es cierto que el IVA, se puede modular según los productos. Las empresas también consumen y los empresarios invierten a través del consumo. Es decir todo el mundo gasta y el que más gana más invierte y gasta. Por lo tanto más contribuiría al bienestar social. Este impuesto seria solidario, todos somos consumidores, el que más consume, mas recursos utiliza, a mayor IVA más dinero se aporta a la sociedad para el mantenimiento de las infraestructuras.

El segundo problema que aqueja a la economía mundial es que las plusvalías han de gravarse en el país y en el momento donde se originan, no en el país donde tenga el domicilio social la empresa, esto eliminaría todos los paraísos fiscales así como la doble imposición a la que se ven sometidas muchas empresas. Se dispondría de unos recursos enormes, que se podrían destinar a financiar la Renta Básica a nivel mundial. Creando una economía mundial al permitir el consumo a todo el mundo al desvincular los ingresos del trabajo. De esta forma se podrá meter en cintura el proceso de globalización, de lo contrario nos veremos abocados a guerras por los recursos, mientras solo consumen los países ricos, y los pobres se ven obligados a emigrar y a financiar a los que devoran los recursos naturales, donde en los países pobres apenas tienen para comer.



Cómo arreglar la economía mundial


JOSEPH E. STIGLITZ

La reunión que en el mes pasado celebró el FondoMonetario Internacional (FMI) en Singapur llegó en un momento de creciente preocupación sobre la sostenibilidad de los equilibrios financieros internacionales: ¿durante cuánto tiempo va a poder sostener la economía mundial el astronómico déficit comercial norteamericano (Estados Unidos necesita que le presten 3.000 millones de dólares [más de 2.350 millones de euros al cambio actual] al día) o el creciente superávit comercial de China, que se acerca a los 500 millones de dólares [algo más de 392 millones de euros] por día?
Digámoslo con claridad: estos desequilibrios no pueden continuar indefinidamente. Lo bueno del caso es que existe un consenso cada vez más unánime sobre este tema. Lo malo es que no hay ningún país que crea que es su política la responsable de la situación. Estados Unidos señala acusatoriamente a la divisa china de estar por debajo de su valor real, mientras que el resto del mundo destaca los déficits descomunales de la potencia americana en las áreas fiscal y comercial.
El Fondo Monetario Internacional ha empezado a centrar su atención en este tema –mérito que hay que reconocerle, después de 15 años de haberse preocupado casi exclusivamente por el desarrollo y la transición al desarrollo. La forma con que el Fondo se ha planteado el tema –algo que hay que lamentar– ha consistido en hacer un seguimiento de las políticas económicas de todos los países, una estrategia que corre el riesgo de atacar los síntomas sin afrontar el problema mayor, que es el del sistema.
Es más, tratar los síntomas podría traer como consecuencia que los problemas empeoraran, al menos a corto plazo. Véase, por ejemplo, la cuestión del tipo de cambio de la moneda china por debajo de su valor real y el superávit consiguiente del país, que el Tesoro de los Estados Unidos insinúa que constituye el meollo del problema.
Aun en el supuesto de que China revalorizara su yuan respecto del dólar y redujera así a cero su superávit comercial con Estados Unidos, que es de 114.000 millones de dólares [más de 89.397 millones de euros al cambio actual] al año, y aun en el supuesto de que eso se tradujera inmediatamente en una reducción del déficit comercial multilateral norteamericano, Estados Unidos tendría todavía que pedir prestados más de 2.000 millones de dólares [más de 1.568 millones de euros] al día; es decir, la cosa mejoraría pero en modo alguno es la solución.
De más está decir, por supuesto, que probablemente no se registraría en absoluto ningún cambio de importancia en el déficit comercial multilateral norteamericano. Simplemente Estados Unidos compraría menos productos textiles a China, pero más a Bangladesh, Camboya y otros países en desarrollo.
Entretanto, como un yuan más fuerte haría que los alimentos importados de Estados Unidos fueran más baratos en China, los chinos más pobres – los agricultores – verían cómo caerían sus productos agrícolas en el interior del país. China podría optar por contrarrestar las consecuencias perjudiciales de las subvenciones desorbitadas que recibe la agricultura en Estados Unidos mediante el desvío de un dinero que necesita a toda costa para su desarrollo industrial en favor de subvenciones a sus propios agricultores. El crecimiento económico de China posiblemente se desaceleraría en la proporción correspondiente, lo que a su vez desaceleraría el crecimiento económico de todo el mundo.
No obstante, tal como están las cosas, el gigante asiático es completamente consciente de las condiciones de su pacto tácito con Estados Unidos: China contribuye a financiar el déficit del segundo mediante la compra de bonos del Tesoro con el beneficio que obtiene de sus exportaciones. Si no lo hiciera así, el dólar se depreciaría aún más, lo que reduciría el valor de las reservas de China en dólares (se espera que hayan superado el billón de dólares [más de 784.190 millones de euros al cambio actual] a finales de año). Cualquier país que pudiera beneficiarse de que China perdiese cuota del mercado de exportación podría invertir su dinero en una divisa fuerte, como el euro, y no en un dólar inestable y debilitado o podría optar por invertirlo en su propio territorio en lugar de acumular más reservas. En pocas palabras, a Estados Unidos se le haría cada vez más cuesta arriba financiar sus déficits y el mundo en su conjunto tendría que hacer frente a una inestabilidad mayor, no menor.
No puede hacerse nada de verdadera importancia en relación con estos desequilibrios globales si Estados Unidos no aborda sus propios problemas. Nadie en sus cabales propone que las empresas ahorren dinero en lugar de invertirlo en ampliar su producción sólo porque haya que corregir el problema del déficit comercial; y por mucho que se multipliquen los sermones sobre los motivos por los que los norteamericanos debieran ahorrar más (desde luego, más que el ahorro negativo que los hogares registraron en el año pasado), nadie de ninguno de los partidos políticos ha encontrado una fórmula infalible que garantice que lo vayan a hacer. Las rebajas de impuestos de Bush no lo han conseguido; unos mayores incentivos al ahorro, tampoco.
Es más, los cálculos que se han realizado demuestran en su mayor parte que, en realidad, esas medidas no han hecho sino reducir el ahorro nacional debido a que el coste de los ingresos que el Gobierno no ha obtenido es mayor que el incremento del ahorro de los hogares. El sentido común apunta a que no hay más que una alternativa: reducir el déficit del Estado.
Imaginemos que el Ejecutivo de Bush abraza súbitamente la religión verdadera (al menos, la religión de la responsabilidad fiscal) y reduce el gasto. Demos por hecho que es improbable que aumente los impuestos un Gobierno que no ha dejado de insistir ni por un momento en rebajas aún mayores de impuestos. Por sí solas, las reducciones de gastos llevarían a un debilitamiento de la economía norteamericana y de la economía mundial. La Reserva Federal podría hacer intentos de compensar estos efectos mediante rebajas de los tipos de interés, lo que protegería a la economía norteamericana porque eso animaría a los hogares norteamericanos, aun agobiados por las deudas, a solicitar todavía más dinero a cuenta de préstamos hipotecarios sobre sus viviendas para financiar su consumo. Sin embargo, eso tendría como consecuencia que el futuro de Estados Unidos sería aún más precario.
Existe una salida a este aparente punto muerto: una reducción de los gastos del Estado combinada con un aumento de los impuestos a los norteamericanos con ingresos más altos y una reducción de los impuestos a los norteamericanos con ingresos más bajos. La reducción de gastos produciría por sí misma una caída del consumo pero, como los pobres consumen un porcentaje mayor de sus ingresos que los ricos, el giro impositivo produciría por sí mismo un incremento del consumo. Si se planifica adecuadamente, esta combinación sería capaz de sostener la economía norteamericana y reducir el déficit con carácter simultáneo. A nadie sorprenderá que estas recomendaciones no hayan salido de las reuniones del Fondo Monetario Internacional en Singapur. Estados Unidos cuenta con derecho de veto en este organismo, lo que hace improbable que el Fondo recomiende políticas que no sean del agrado del Gobierno norteamericano.
Bajo los desequilibrios actuales subyacen problemas estructurales fundamentales en relación con el sistema mundial de reservas. John Maynard Keynes llamó la atención sobre estos problemas hace tres cuartos de siglo. Sus ideas sobre la reforma del Sistema Monetario Internacional, entre ellas, la creación de un nuevo sistema de reservas que se basara en una nueva divisa internacional, pueden adaptarse con algunos pequeños retoques a la economía de nuestros días. Mientras no ataquemos los problemas estructurales, lo más probable es que el mundo continúe infestado por desequilibrios que amenazan la estabilidad financiera y el bienestar económico de todos nosotros.

Joseph E. Stiglitz es Premio Nobel de Ciencias Económicas 2001, profesor de Economía en la Universidad de Columbia y ha publicado recientemente Making Globalization Work (Conseguir que la globalización funcione).

(Artículo publicado en El Mundo/la Crónica de León, viernes 6 de 0ctrbre de 2006)
El periódico destaca una idea: «Urge que EEUU reduzca su déficit público y lo combine con una subida de impuestos a los más ricos y una rebaja a los más pobres»

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez adquiere más lógica la renta básica. Hay deficit no sólo en EE.UU. porque se quiere producir y crear puestos de trabajo por encima de las necesidades del mercado. Por otro lado el modelo de financiación de los Estados queda anticuado, no sirve, vino en odres viejos, y las cuentas no salen. Lo que comentáis es un dato a tener en cuenta: los países más desarrollados tienen más IVA. Hoy por hoy el capital social impulsa la inversión y el progreso técnico así como la cobertura social. Pero es necesario superar las inercias: keynesianismo y liberalismo. Por algo nuevo ¿la renta básica? Podría ser. Hoy han dado el dato de que ha bajado la tasa de paro más que nunca. dato en sí engañoso, para propaganda. Los salarios han bajado espectacularmente. ¿Cuál es la masa salarial? Un 17% menos de hace cinco años. Hay un 9´7% más de trabajadores. Luego la relación trabajo/salario disminuye espectacularmente. Este bajón es el que puyede resolver la renta básica y dejar que funcione el mercado como mecanismo dinamizador de la economía. Felicidades por vuestras reflexiones, aunque a veces metáis alguna que otra morcilla. Me estáis convenciendo. Leo.

Anónimo dijo...

¿Creeis que la economía myundial tiene arreglo? Yo pienso que no. Con rb o sin rb. No quiero ser pesimista, pero mirad a vuestro alrededor. Os saluda Manuel.

Anónimo dijo...

¿No creeos que los economistas deberían de hablar sobre la renbta básica, a favor o en contra? ¿Qué os parece?. Maribel.

Anónimo dijo...

Por lo general, lo que unos hacen otros lo pueden deshacer. Incluso, ante la muerte, la gente ha ideado esperanzas ¿ilusorias? como "la resurrección de la carne". Otra cosa es lo que experimentamos en la realidad: "todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar"...

No soy pesimista a pesar del "valle de lágrimas" ¡realísimo! en que se ha convertido el mundo para millones de personas: los asesinatos por hambres criminalmente planificados,los cuarenta millones de niños callejeros, los pobres que pasan a nuestro lado...como nos recuerda Julián Gómez del Castillo, militante cristiano ¿No importa si por la codicia, la avaricia o la ignorancia culpable de cuatro hijoputas adoradores de "las pompas de Satanás"? (con todo el imaginario simbólico-apocalíptico que todavía despierta este arquetipo mitológico y personificación del mal...)

Si una minoría sensata difunde el "santo remedio" de la renta básica y cunde el ejemplo esto se puede arreglar, al menos un poco. Que ya sé que la Renta esta no es la panacea, ni hace milagros... Pero, ¿no conserváis algo de fe, pecadores, sino ya en Dios -que parece ciego, sordo,
y mudo a los lamentos del pueblo oprimido- al menos la "FE" en el lado bueno, en el fondo más humanizador, más positivo, más sano, y si queréis más "divino", de la humanidad...?
Que la esperanza no decaiga ¡Ánimo pues, Manuel, Maribel...!

Gervasio Pacios (Torremocha del Jarama, Madrid)

Anónimo dijo...

Por favor, no caigáis en las homilías como hicieron los marxistas. En el Jarama ocurrieron cosas terribles durante la guerra civil, pero, Gervasio, no hay que fanatizarse. La renta básica es un problema económico no metafísico. No es una cuestión abstracta sino concreta. Es un debate económico, no apocalíptico. Volved a la economía, para que aprendamos. Por ejemplo lo que dice Leo es muy interesante. No había caído en ello y me pregunté si es necesaria la renta básica en caso de que se llegue al pleno empleo, y veo que sí. Maribel.

Anónimo dijo...

me llamo Julio Laguiña, aunque tuve noticias de este blog en un cuaderno que me enviaron desde la asociación arenci de León, hoy lo he visto en un debate de economía crítica en el que participo. He ojeado varias páginas vuestras y son muy buenas y muy loable el intento de aportar soluciones, con rigor y razones. No sólo críticas y análsus que describen lo que hay sin decir qué se puede hacer. Os seguiré en vuestras disertaciones, pues es un tema muy interesante.