Cuenta Enrique Fuentes Quintana que cuando llegue al cielo (y está seguro de que subirá porque, según propia confesión, estamos ante un «católico practicante»), lo primero que hará es presentar a San Pedro un gráfico para demostrarle que gracias a los Pactos de la Moncloa la inflación española pasó del 40% de mediados del año 77 hasta el 2% en 1998, lo que permitió a este país formar parte del euro desde el primer día. A sus 77 años y con una memoria verdaderamente privilegiada, este palentino de Carrión de los Condes aún recuerda con la minuciosidad de un cirujano cómo fue posible llegar a un acuerdo histórico que salvó al país de la bancarrota. El acuerdo en el que al principio nadie creía, ni siquiera el propio Adolfo Suárez.
P.- Decía en 1977 que la democracia acababa con la crisis económica o ésta acabaría con la democracia...
R.- Esa frase se la oí a un diputado socialista catalán, Joan Raventós. Es curioso que en España se repitieran dos coyunturas históricas verdaderamente desafortunadas. La II República nació en medio de una gran crisis económica mundial y lo mismo sucedió hace 25 años. Quien primero se dio cuenta de lo que pasaba en 1931 fue Ortega y Gasset. En las Cortes Constituyentes Ortega dijo: “Tienen que estudiar la situación económica, porque va a condicionar el desarrollo de España. Así que llamen a los economistas para que les den un diagnóstico y sepamos qué hacer”.
P.- ¿Pero la situación era de verdad tan angustiosa?
R.- Era más que angustiosa. España no tenía Constitución, y eso sólo sabemos lo que es quienes hemos estado en un Gobierno. No teníamos a qué atenernos. La crisis de 1977 era tan grave como la de 1931, pero era desconocida porque nacía del encarecimiento del petróleo. Durante el franquismo, España había sustituido su energía por un petróleo a dos dólares por barril. Cuando estalla la guerra del Yom Kippur, a finales del 73, sube a 30 dólares, lo que provoca un agravamiento brutal en los costes de producción. Al principio se siguió importando la misma cantidad de petróleo porque España no tenía energías alternativas, y eso provocó alzas enormes en la inflación.
P.- ¿Cuál fue el encargo de Suárez tras las primeras elecciones?
R.- Yo estaba en el servicio de estudios de las cajas de ahorros y tenía un conjunto fantástico de discípulos. Publicábamos una revista, Coyuntura Económica, que tenía mucho auge. Antes habíamos trabajado en el Instituto de Estudios Fiscales, hasta que apareció la incompatibilidad con Villar Mir [ministro de Hacienda con Arias Navarro].
P.- ¿Qué incompatibilidad?
R.- Villar Mir no sabía lo que hacía. Era un personaje extraño y antinatural, y además nosotros dudábamos mucho del conjunto de la honradez de su gestión. No era de nuestra confianza.
P.- En la España del 77, ¿era más grave el problema político o el económico?
R.- El principal problema político del país era la economía. Indalecio Prieto, que fue el primer ministro de Hacienda de la II República, cuenta que a diario preguntaba a uno de sus colaboradores: “¿Cómo va el cambio de la peseta?”. Y la respuesta era siempre: “Desastroso. Está cayendo otra vez”. Prieto reconoce en sus Memorias que el problema económico fue agravándose y al final fue una de las causas de la Guerra Civil.
P.- ¿Tuvo usted manos libres para negociar los Pactos de la Moncloa?
R.- En principio, no. Nosotros hicimos una locura y fue enseñar nuestro diagnóstico a los partidos de izquierda. Fijamos un encuentro con Felipe González. A la cena acudió también Manuel Lagares. Les contamos que la salida de la crisis debía ser con medidas que afectasen a todas las clases sociales, no impuesta a un sector productivo determinado.
P.- Y el PCE, que entonces tenía mucha influencia en la calle, ¿cómo se implicó en el pacto?
R.- Teníamos relaciones con Julio Segura, que estaba en el Comité Central del PCE. La gran ventaja de 1977 respecto a la situación de 1931 es que en 1943 se había creado una Facultad de Económicas, de donde salieron muchos economistas. Y como dice Milton Friedman, yo no creo que los economistas sean de derechas o de izquierdas, sino que son buenos o malos. Los economistas la izquierda eran buenos. Julio Segura era un ejemplo. Y Carrillo estaba de acuerdo en lo que él llamaba sus economistas, entre los que también estaba Ramón Tamames.
P.- ¿ Y qué pasó con AP?
R.- Mi sorpresa fue que Fraga me envió una carta en la que nos decía que había recibido el volumen dos de Coyuntura Económica, y a continuación comentaba que ése sería su programa para las próximas elecciones.
P.- Y dentro de UCD, ¿había ese consenso?
R.- No. En UCD se decía: “Hemos ganado las elecciones y hay que gobernar”. También había milagreros, como Suárez, que decía que lo que hacían falta era petrodólares. Yo te traigo los dólares que quieras de los países árabes, decía. Y yo le contestaba: Pero si nos los gastamos no habremos resuelto nada, seguiremos teniendo inflación y además, una deuda con los países árabes.
P.- Y en este ambiente, ¿cómo fue posible el acuerdo?
R.- Yo no me cansaba de repetir que podíamos lograr una Constitución democrática con consenso. Durante el mes de julio, las cosas no podían ir peor desde el punto de vista económico. Existía fuga de capitales y los asalariados exigían subidas salariales que no tenían nada que ver con la realidad. Recuerdo que por esas fechas me visitó un economista argentino y me preguntó: “¿Cómo vais?”. Y le dije: “Pues preocupados con la inflación” (ese mes, había llegado al 40%). Y entonces me dijo: “En dos meses se pondrán en el 80% y a final de año en el 100%, haciéndonos compañía”. Eso impresionaba, porque podía ser verdad.
P.- Sorprende que Suárez no viera la necesidad de alcanzar pactos, sin tener mayoría en el Congreso...
R.- El no lo veía. Pensaba en un empréstito exterior a bajo coste para salvar el bache. Recuerdo que al llegar agosto me dijo: Vete de vacaciones, ya verás cómo en septiembre u octubre hemos encontrado la solución. Me fui a La Rábida y empecé a hacer un esquema sobre la base de un pacto social y de una política de consenso. Cuando volví, Suárez me preguntó en qué había pensado, y le dije que en un programa económico que o se aprobaba o me iba del Gobierno. Esto le sorprendió, pero me dijo: «Reúnete con tus colaboradores y pasadlo a limpio». Al terminar septiembre lo habíamos acabado bajo la coordinación de Manuel Lagares.
P.- ¿Y qué pasó después?
R.- Suárez me citó un día a las cinco de la tarde y le expuse el conjunto del programa. Al final, me dijo: “Es el programa más duro que me podía tocar administrar. Es realmente impopular pero hay que hacerlo”.
P.- Antes tendría que convencer al resto de ministerios implicados...
R.- El presidente encauzaba todas las opiniones. Yo me entendía muy bien con Fernández Ordóñez. Los dos estábamos más situados en el centro que el resto, no diría un centro izquierda pero casi. Del Gobierno, al que más le gustó el programa fue a Gutiérrez Mellado.
P.- ¿Qué pasó en la primera reunión con los partidos políticos?
R.- Recuerdo que cuando habíamos empezado se levantó una voz que decía [y hace falsete]: “Si el señor presidente cree que vamos a compartir responsabilidades en este acto, está muy equivocado, ya que la misión del Gobierno es gobernar”. Quien hablaba así era Fraga. Yo siempre he dicho que en España hay dos políticos que Dios los ha fabricado para tratar de evitar a Fraga. Uno es Felipe González y otro Adolfo Suárez. La contestación de Suárez fue magnífica: “Si usted quiere abandonar la reunión puede hacerlo, tiene libertad para ello”.
P.- Usted abandona el Consejo de Ministros sólo siete meses después de su llegada al Gobierno. Se ha dicho que por su enemistad con el ministro Alberto Oliart, que se oponía a la nacionalización de la red de alta tensión...
R.- Las medidas más fáciles de aplicar fueron las estabilizadoras. Pero la reforma tributaria tardaba en llegar. En el caso que usted cita era muy importante suprimir la propiedad privada de la red. Ahí lo que se produjo fue la acción de los lobbies. Recuerdo que muchos informes del Ministerio de Industria venían con el membrete de la patronal eléctrica.
P.- Y al final dimitió.
R.- Yo trufé el pacto de fechas, así podía decir que si no se cumplía lo firmado, me iba. Pero, al final, lo importante es que la situación económica se enderezó y se pudo aprobar una Constitución con consenso. Yo siempre digo que lo más importante de los Pactos fue convencer al país de que había que pagar impuestos.
3 comentarios:
Me parece muy bien que se aluda al pasado, pues de él se aprende. Hizo falta un cambio durante la transición. Y se ha llegado al estado actual de cosas. Para hacer el futuro hará falta otra transición en la economía, en la política y demás. La Renta Básicaquizá sea la piedra angular de ese proceso. Ánimo y suerte. Julio.
Os referís en este artículo a una época en la que los políticos pensaban, sus bases debatían qué ser, debatían. Se estuviera o no de aciuuerdo con ellos, sus palabras tuvieron contenido. Los economistas valoraban nuevas teorías, analizaban ajustes, para aplkcar medidas liberales o keynesianas a la realidad concreta de España. Pero hoy todo es publicidad y mensajes a través de la prensa, se crean titulares y no saben ni pueden salir de ese guión. Una teoría como la de la Renta Básica, con todo lo que sale en este blog se desaprovecha porque no se paran a mirar las ideas, la realidad que nace. Voy a mandar a varios diputados de todos los colores y al presidente del gobierno un depertador a ver si despiertan, ¡coño! con la dirección de este blogger. Salud y economía. Juan Antonio Fernández.
Mucha gente cree que los pactos de la Moncloa son ce carácter político, cuando tienen un contenido económico enorme, ¡enorme! Se definió un modelo que se vino aplicando a Europa tras la II Guerra Mundial. Permitid que dude de la renta básica. Hace falta una base ética, de la que hoy por hoy carece la sociedad. La democracia fue factible en Grecia, al haber una base social y económica dentro de una cultura ética. Y así tuvieron periodos de tiranía. Se ha tardado miles de años en establecerse y sólo de manera parcial a nivel planetario. La renta básica tardará otro tanto, no por ser imposible, sino porque la humanidad camina y evoluciona muy despacio. Mirad el feminismo... El ecologismo deberá acelerarse ante el peligro inminente, pero aún así puede que lleguemos tarde. María (Salamanca)
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