domingo, octubre 22, 2006
Políticos, bajense del árbol
Adjunto una tribuna publicada en el Diario de León (15.10.2006), pidiendo a los políticos cordura y que se tomen en serio la necesidad de meditar sobre la necesidad de una nueva economía social sostenible.
TRIBUNA Políticos bajense del árbol
Ramiro Pinto Cañón
AL VISITAR la exposición organizada por la Caixa, De mono a hombre , me quedé impresionado. Al final de la misma se exponen unos libros. Uno de ellos es El proceso de humanización no ha terminado aún , del arqueólogo Eudald Carbonell. Este autor mantiene que hay que conseguir socializar el conocimiento y que los logros y beneficios de la tecnología deben llegar a toda la sociedad. En el resumen del libro se plantea que uno de los pasos para el desarrollo de la humanización es lograr una economía más racionalizada. ¿Qué es una economía más racionalizada? No creo que se refiera a una economía planificada, aunque hará falta una planificación global sobre temas que afectan a la humanidad y que suponen una amenaza para una gran parte de los habitantes del planeta y han de ser controladas, como son el crecimiento demográfico, los problemas medioambientales y el aprovechamiento unilateral de las fuentes de energía y materias primas. Una economía más racionalizada consiste en razonar sobre el proceso económico y buscar medidas concretas que permitan la distribución de la riqueza y a la vez mantengan la dinámica de crecimiento económico, haciéndolo sostenible desde el punto de vista medioambiental. De esta manera, al introducir estas nuevas variables en los análisis teóricos de economía, es como llegamos a ver la necesidad de establecer la Renta Básica, una vez que sea posible, a través de la propuesta de financiación de la asociación Arenci, que actualmente estudia el Parlamento Europeo y próximamente una subcomisión de las Cortes en España. Como explica Jared Diamond en su obra Ocaso , es necesario recoger las cuestiones ambientales en función de la economía, pues en su estudio llega a la conclusión de que el declive de todas las civilizaciones y modelos de sociedad que han sucedido a lo largo de la historia tienen un denominador común: el deterioro del medio ambiente. Este deterioro afecta a la fertilidad del suelo, la salud, cambios climáticos, hasta ahora de una manera local, pero en este momento repercute en el planeta Tierra de manera global. La sociedad actual tiene la oportunidad de analizar los sucesos del pasado y aprender de sus errores, tomar decisiones y actuar en consecuencia. Por una parte los economistas no manejan la sostenibilidad ecológica como variable de sus estudios de economía política. Marcan las pautas de la política económica de los gobiernos sobre la base del crecimiento económico y la creación de empleo, junto con el ajuste presupuestario para evitar la inflación. El nuevo concepto de la Productividad Total de los Factores (PTF) se utiliza de manera mecánica, tanto en los modelos liberales como keynesianos, y no tienen una visión de la economía en su conjunto, los árboles no les dejan ver el bosque. Por otra parte los políticos caen cada vez más en el tactismo , como estrategia de mantenerse en el poder, y hacer políticas de confrontación con la oposición y medidas que caigan bien a determinados sectores, sin hacer pedagogía política ni debates críticos sobre las necesidades globales de nuestra sociedad. Hacen de su labor propaganda y no política de ideas. Por ejemplo se mantienen lo que algunos sociólogos y economistas críticos llaman las «ayudas perversas», que impiden el desarrollo de los países pobres e incrementan la destrucción del medioambiente. Esto ocurre con las subvenciones a sectores cuyos productos no son rentables sin las ayudas dadas, la agricultura, la pesca, el agua de regadío, el azúcar, la minería del carbón. Esto se ve en casos como en los países ricos que se ven obligados a mantener las centrales térmicas. Las ayudas a los agricultores impiden la comercialización de productos de países pobres, que ven inundados sus mercados por otros excedentarios y abaratados por esas ayudas públicas. Los políticos se ven acorralados por la necesidad de resultados electorales, sin ver que con W. Churchill Gran Bretaña ganó la II Guerra Mundial pero él perdió las siguientes elecciones. Hoy es necesario ganar el reto sobre la amenaza global que nosotros mismos, como sociedad, hemos creado. A veces hay medidas que son paradójicas y no se entienden hasta pasado el tiempo. Por ejemplo cuando Henry Ford subió el sueldo a sus obreros, más allá del convenio y por decisión propia, los accionistas le denunciaron a los tribunales, pues perdieron valor sus acciones. Sin embargo salieron ganando a largo plazo, pues esos mismos trabajadores fueron quienes compraron los coches que fabricaban, lo que de otra manera no hubieran podido hacer por ser un artículo de lujo. Bajar los precios con la productividad en cadena y ampliar el mercado con la subida del nivel de vida consiguió incrementar a largo plazo el valor de las acciones. Desde el punto de vista ambiental fue un error, pero en aquella época no se supo. Actualmente la fiscalía de California ha emprendido una batalla legal contra los fabricantes de automóviles por no dejar comercializar otros motores que eviten la contaminación con el CO 2 que atenta contra la Humanidad. Asistimos a una serie de cambios, lo cual Javier Arenas, antiguo ministro de Trabajo, llamó «una mutación histórica» a la que hay que adaptarse, que requieren nuevas maneras de pensar los problemas y racionalizar la economía, como forma de adaptarse a la nueva realidad. Es decir evolucionar. Hace un año el escritor y premio Príncipe de Asturias, Carlos Fuentes, planteó que el paso de la economía industrial a otra tecnológica y de servicios es un cambio tan radical que hace falta un ajuste que tenga en cuenta el desplazamiento del empleo. Luis Martínez Noval, también antiguo ministro de Trabajo, expuso en las Jornadas sobre Economía Política, celebradas en León, que ha habido una evolución en las políticas sociales, y a su vez describió una serie de fenómenos que considero se pueden entender como crisis del empleo, como son las prejubilaciones, la diferencia entre el salario real y el monetario, los ajustes de plantillas, nuevas enfermedades laborales de tipo psicológico, etcétera. Lo cual nos debería hacer pensar que hay que cuestionar la centralidad del trabajo como eje de la economía y la política. Y esto es a lo que da respuesta la renta básica, como base de subsistencia y de forma incondicional a las personas de una determinada zona monetaria en la que se pueda aplicar, como es la zona euro. La renta básica define el crecimiento económico, ¿hasta dónde y cuándo?, ¿hasta que esquilmemos nuestro planeta? La racionalidad nos lleva a pensar que hasta que sea posible la renta básica, y favorecer así un crecimiento sostenido. Esto exige que los políticos se bajen del árbol y empiecen a andar en otra dirección. Pensando en el futuro, el de todos, pues somos una especie aún en evolución. Del mono al humano
Junto al articulo anterior, quisiéramos presentar un articulo publicado en el Faro De Vigo con cierto humor y que proporciona un motivo de pensamiento al exigir a los políticos a que cumplan sus promesas electorales, recordándonos que todos participamos y debemos elegir, a quien mejor nos pueda representar.
Un candidato a las próximas elecciones en Cataluña ha requerido al notario para que dé fe pública de sus promesas a los electores.
Un candidato a las próximas elecciones en Cataluña ha requerido al notario para que dé fe pública de sus promesas a los electores. Y luego dicen que los desconfiados somos los gallegos.Confianza es lo que parece querer transmitir el nacionalista Artur Mas al firmar ante escribano su "contrato" con los electores, que incluye promesas de gobierno valoradas en 200.000 millones de pesetas y la garantía de que no pactará con cierto partido conservador, así lo maten. Entre caballeros debería bastar con la palabra dada, pero se conoce que los políticos no están muy seguros de que las gentes del común confíen en su hidalguía. Nada mejor para reforzar esa mermada credibilidad, por tanto, que el recurso a formular sus ofertas en presencia de un fedatario público.Si no otra cosa, la singular iniciativa del candidato Mas tendrá al menos la virtud de abrir nuevas líneas de negocio para los notarios. A los habituales trámites de poderes, testamentos, protestos y actas de sociedades mercantiles, se añaden a partir de ahora los contratos que los líderes políticos quieran firmar con sus eventuales votantes. La idea no puede ser más feliz, si se tiene en cuenta que el notario proyecta a ojos de los ciudadanos una imagen seria, adusta y respetable. Nada mejor que ese halo para nimbar de la necesaria formalidad los actos de los políticos, con frecuencia reputados de informales en el cumplimiento de los compromisos que suelen adquirir en campaña. Cuestión distinta es que el candidato Mas haya aportado algún concepto novedoso a la historia de las tradiciones políticas. El "contrato social" fue minuciosamente definido ya por Rousseau en el siglo XVIII; e incluso mucho antes por Platón. Bien es verdad que el que ahora se propone en Cataluña es un contrato de orden más bien mercantil, como corresponde a aquel industrioso reino autónomo; pero el fondo de la cuestión viene a ser aproximadamente el mismo. Lo que los candidatos proponen, aunque no siempre de manera tan cruda como Mas, es que cada elector use su voto tal que si fuese una moneda de cambio válida para comprar un programa de gobierno. Dado que el político es un producto como otro cualquiera que se vende al público mediante refinadas técnicas de marketing electoral, no parece del todo ilógico que esa transacción sea certificada por un notario. Ahora bien, los fedatarios públicos se limitan a dar fe de lo que ven, como su propio nombre indica. Se ignora, por tanto, a quién deberían reclamar los electores defraudados por un candidato en el caso -no improbable- de que faltase a las promesas hechas con garantía notarial. La lógica sugiere que deberían exigirle cuentas al político incumplidor en las siguientes elecciones; pero eso ya es cosa sabida para la que sobra el concurso de un escribano.Antes que un contrato electoral ante notario, tal vez resultase más provechoso que los candidatos suscribiesen un seguro a favor de sus votantes. Si, por ejemplo, se les prometieran 500.000 puestos de trabajo y en lugar de eso, el número de parados creciese en varios millones, las víctimas de tal fraude tendrían derecho a ser indemnizadas en una cuantía a fijar en las cláusulas de la póliza. Infelizmente, la formalización de una garantía así habría de chocar tal vez con la resistencia de las compañías aseguradoras a suscribir contratos con gente a menudo tan informal como los candidatos en campaña. Mucho es de temer, pues, que los electores catalanes deban conformarse con la solemnidad que un notario otorga con su presencia a las ofertas electorales.No se recordaba una cosa así desde que años atrás el entonces monarca Don Manuel concurrió a ciertas elecciones en Galicia con el aval de un parte médico que certificaba su buen estado de salud. Notarios, médicos y lo que haga falta: todo sea por darle emoción a las votaciones, que últimamente están perdiendo el favor del público.
Anxel Vence
TRIBUNA Políticos bajense del árbol
Ramiro Pinto Cañón
AL VISITAR la exposición organizada por la Caixa, De mono a hombre , me quedé impresionado. Al final de la misma se exponen unos libros. Uno de ellos es El proceso de humanización no ha terminado aún , del arqueólogo Eudald Carbonell. Este autor mantiene que hay que conseguir socializar el conocimiento y que los logros y beneficios de la tecnología deben llegar a toda la sociedad. En el resumen del libro se plantea que uno de los pasos para el desarrollo de la humanización es lograr una economía más racionalizada. ¿Qué es una economía más racionalizada? No creo que se refiera a una economía planificada, aunque hará falta una planificación global sobre temas que afectan a la humanidad y que suponen una amenaza para una gran parte de los habitantes del planeta y han de ser controladas, como son el crecimiento demográfico, los problemas medioambientales y el aprovechamiento unilateral de las fuentes de energía y materias primas. Una economía más racionalizada consiste en razonar sobre el proceso económico y buscar medidas concretas que permitan la distribución de la riqueza y a la vez mantengan la dinámica de crecimiento económico, haciéndolo sostenible desde el punto de vista medioambiental. De esta manera, al introducir estas nuevas variables en los análisis teóricos de economía, es como llegamos a ver la necesidad de establecer la Renta Básica, una vez que sea posible, a través de la propuesta de financiación de la asociación Arenci, que actualmente estudia el Parlamento Europeo y próximamente una subcomisión de las Cortes en España. Como explica Jared Diamond en su obra Ocaso , es necesario recoger las cuestiones ambientales en función de la economía, pues en su estudio llega a la conclusión de que el declive de todas las civilizaciones y modelos de sociedad que han sucedido a lo largo de la historia tienen un denominador común: el deterioro del medio ambiente. Este deterioro afecta a la fertilidad del suelo, la salud, cambios climáticos, hasta ahora de una manera local, pero en este momento repercute en el planeta Tierra de manera global. La sociedad actual tiene la oportunidad de analizar los sucesos del pasado y aprender de sus errores, tomar decisiones y actuar en consecuencia. Por una parte los economistas no manejan la sostenibilidad ecológica como variable de sus estudios de economía política. Marcan las pautas de la política económica de los gobiernos sobre la base del crecimiento económico y la creación de empleo, junto con el ajuste presupuestario para evitar la inflación. El nuevo concepto de la Productividad Total de los Factores (PTF) se utiliza de manera mecánica, tanto en los modelos liberales como keynesianos, y no tienen una visión de la economía en su conjunto, los árboles no les dejan ver el bosque. Por otra parte los políticos caen cada vez más en el tactismo , como estrategia de mantenerse en el poder, y hacer políticas de confrontación con la oposición y medidas que caigan bien a determinados sectores, sin hacer pedagogía política ni debates críticos sobre las necesidades globales de nuestra sociedad. Hacen de su labor propaganda y no política de ideas. Por ejemplo se mantienen lo que algunos sociólogos y economistas críticos llaman las «ayudas perversas», que impiden el desarrollo de los países pobres e incrementan la destrucción del medioambiente. Esto ocurre con las subvenciones a sectores cuyos productos no son rentables sin las ayudas dadas, la agricultura, la pesca, el agua de regadío, el azúcar, la minería del carbón. Esto se ve en casos como en los países ricos que se ven obligados a mantener las centrales térmicas. Las ayudas a los agricultores impiden la comercialización de productos de países pobres, que ven inundados sus mercados por otros excedentarios y abaratados por esas ayudas públicas. Los políticos se ven acorralados por la necesidad de resultados electorales, sin ver que con W. Churchill Gran Bretaña ganó la II Guerra Mundial pero él perdió las siguientes elecciones. Hoy es necesario ganar el reto sobre la amenaza global que nosotros mismos, como sociedad, hemos creado. A veces hay medidas que son paradójicas y no se entienden hasta pasado el tiempo. Por ejemplo cuando Henry Ford subió el sueldo a sus obreros, más allá del convenio y por decisión propia, los accionistas le denunciaron a los tribunales, pues perdieron valor sus acciones. Sin embargo salieron ganando a largo plazo, pues esos mismos trabajadores fueron quienes compraron los coches que fabricaban, lo que de otra manera no hubieran podido hacer por ser un artículo de lujo. Bajar los precios con la productividad en cadena y ampliar el mercado con la subida del nivel de vida consiguió incrementar a largo plazo el valor de las acciones. Desde el punto de vista ambiental fue un error, pero en aquella época no se supo. Actualmente la fiscalía de California ha emprendido una batalla legal contra los fabricantes de automóviles por no dejar comercializar otros motores que eviten la contaminación con el CO 2 que atenta contra la Humanidad. Asistimos a una serie de cambios, lo cual Javier Arenas, antiguo ministro de Trabajo, llamó «una mutación histórica» a la que hay que adaptarse, que requieren nuevas maneras de pensar los problemas y racionalizar la economía, como forma de adaptarse a la nueva realidad. Es decir evolucionar. Hace un año el escritor y premio Príncipe de Asturias, Carlos Fuentes, planteó que el paso de la economía industrial a otra tecnológica y de servicios es un cambio tan radical que hace falta un ajuste que tenga en cuenta el desplazamiento del empleo. Luis Martínez Noval, también antiguo ministro de Trabajo, expuso en las Jornadas sobre Economía Política, celebradas en León, que ha habido una evolución en las políticas sociales, y a su vez describió una serie de fenómenos que considero se pueden entender como crisis del empleo, como son las prejubilaciones, la diferencia entre el salario real y el monetario, los ajustes de plantillas, nuevas enfermedades laborales de tipo psicológico, etcétera. Lo cual nos debería hacer pensar que hay que cuestionar la centralidad del trabajo como eje de la economía y la política. Y esto es a lo que da respuesta la renta básica, como base de subsistencia y de forma incondicional a las personas de una determinada zona monetaria en la que se pueda aplicar, como es la zona euro. La renta básica define el crecimiento económico, ¿hasta dónde y cuándo?, ¿hasta que esquilmemos nuestro planeta? La racionalidad nos lleva a pensar que hasta que sea posible la renta básica, y favorecer así un crecimiento sostenido. Esto exige que los políticos se bajen del árbol y empiecen a andar en otra dirección. Pensando en el futuro, el de todos, pues somos una especie aún en evolución. Del mono al humano
Junto al articulo anterior, quisiéramos presentar un articulo publicado en el Faro De Vigo con cierto humor y que proporciona un motivo de pensamiento al exigir a los políticos a que cumplan sus promesas electorales, recordándonos que todos participamos y debemos elegir, a quien mejor nos pueda representar.
Un candidato a las próximas elecciones en Cataluña ha requerido al notario para que dé fe pública de sus promesas a los electores.
Un candidato a las próximas elecciones en Cataluña ha requerido al notario para que dé fe pública de sus promesas a los electores. Y luego dicen que los desconfiados somos los gallegos.Confianza es lo que parece querer transmitir el nacionalista Artur Mas al firmar ante escribano su "contrato" con los electores, que incluye promesas de gobierno valoradas en 200.000 millones de pesetas y la garantía de que no pactará con cierto partido conservador, así lo maten. Entre caballeros debería bastar con la palabra dada, pero se conoce que los políticos no están muy seguros de que las gentes del común confíen en su hidalguía. Nada mejor para reforzar esa mermada credibilidad, por tanto, que el recurso a formular sus ofertas en presencia de un fedatario público.Si no otra cosa, la singular iniciativa del candidato Mas tendrá al menos la virtud de abrir nuevas líneas de negocio para los notarios. A los habituales trámites de poderes, testamentos, protestos y actas de sociedades mercantiles, se añaden a partir de ahora los contratos que los líderes políticos quieran firmar con sus eventuales votantes. La idea no puede ser más feliz, si se tiene en cuenta que el notario proyecta a ojos de los ciudadanos una imagen seria, adusta y respetable. Nada mejor que ese halo para nimbar de la necesaria formalidad los actos de los políticos, con frecuencia reputados de informales en el cumplimiento de los compromisos que suelen adquirir en campaña. Cuestión distinta es que el candidato Mas haya aportado algún concepto novedoso a la historia de las tradiciones políticas. El "contrato social" fue minuciosamente definido ya por Rousseau en el siglo XVIII; e incluso mucho antes por Platón. Bien es verdad que el que ahora se propone en Cataluña es un contrato de orden más bien mercantil, como corresponde a aquel industrioso reino autónomo; pero el fondo de la cuestión viene a ser aproximadamente el mismo. Lo que los candidatos proponen, aunque no siempre de manera tan cruda como Mas, es que cada elector use su voto tal que si fuese una moneda de cambio válida para comprar un programa de gobierno. Dado que el político es un producto como otro cualquiera que se vende al público mediante refinadas técnicas de marketing electoral, no parece del todo ilógico que esa transacción sea certificada por un notario. Ahora bien, los fedatarios públicos se limitan a dar fe de lo que ven, como su propio nombre indica. Se ignora, por tanto, a quién deberían reclamar los electores defraudados por un candidato en el caso -no improbable- de que faltase a las promesas hechas con garantía notarial. La lógica sugiere que deberían exigirle cuentas al político incumplidor en las siguientes elecciones; pero eso ya es cosa sabida para la que sobra el concurso de un escribano.Antes que un contrato electoral ante notario, tal vez resultase más provechoso que los candidatos suscribiesen un seguro a favor de sus votantes. Si, por ejemplo, se les prometieran 500.000 puestos de trabajo y en lugar de eso, el número de parados creciese en varios millones, las víctimas de tal fraude tendrían derecho a ser indemnizadas en una cuantía a fijar en las cláusulas de la póliza. Infelizmente, la formalización de una garantía así habría de chocar tal vez con la resistencia de las compañías aseguradoras a suscribir contratos con gente a menudo tan informal como los candidatos en campaña. Mucho es de temer, pues, que los electores catalanes deban conformarse con la solemnidad que un notario otorga con su presencia a las ofertas electorales.No se recordaba una cosa así desde que años atrás el entonces monarca Don Manuel concurrió a ciertas elecciones en Galicia con el aval de un parte médico que certificaba su buen estado de salud. Notarios, médicos y lo que haga falta: todo sea por darle emoción a las votaciones, que últimamente están perdiendo el favor del público.
Anxel Vence
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4 comentarios:
Viendo lo visto no sería mejor quedarnos en el árbol y no seguir con eso que es ser humano. Fuera de bromas. Lo de incluir el medio ambiente en los análisis de economía me parece fundamental. Hay una argumentación bastante coherente y de futuro en esto de la renta básica. Muy bien. Álvaro Ruiz.
No quisiera ver la Renta Básica como promesa electoral que no se cumplen o son chapuzas, sino en los libros de la Universidad y que sea se acapte en toda la sociedad, como lo son, por ejemplo, las vacunas. Joaquín D.
Y en las Escuelas de Trabajo Social, en las que estudian los futuros profesionales sensibilizados con el cambio y las dinámicas sociales
Los políticos tienen una responsabilidad social. Tienen que estudiar este tema y valorarlo. ¿No se podría hacer algina campaña?
Maribel.
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